domingo, febrero 04, 2007

Esta vez no era él quien se iba...


Esta vez había sido diferente, no entristeció.
Entendía, algo que siempre creyó distante, el desprendimiento que tanto le costaba de lo que quería.
Entonces camuflaba su melancolía con frases –“… dejo y cambio constantemente, para extrañar, para echar de menos digo...”
Pero… Esta vez no era él quien se iba.
La separación le había dejado clavado en el rostro una sonrisa tierna y conscuspiciente, digna, que no promete un sin-sentido, como lo tácitamente preestablecido entre quienes le interesa dar y recibir (también hay algo mas que nadie logra explicar). De esta forma se brinda sin esperas y despreocupados pasan del negocio de estar juntos. De todas formas es lo que habia, la rutina lo empujaba a vivir de esta manera y no se lo había planteado como un error.
De aquel instante recuerda la fotografía de:
Ella subiendo al tren. Ella girándose sobre su eje y el beso sobre la palma de su mano, que deslizado a través del éter impulsado por la potencia de un suave soplido, evidencia un mensaje en forma de gracia divina que fue directo al sitio sin geografía al que llamaban alma.
Él, se creyó merecedor del obsequio silencioso: Un -te quiero-
 selló la separación…

De esta forma pudo vislumbrar como una llaga puede abrirse cual campo arado. Se separaban una vez más.
En voz baja, nervioso y sonriente, se fue repitiendo hasta llegar a su automóvil:
-Esta vez fue diferente, porque será la última vez que nos separemos, lo sé.
Cuando se reposó en el asiento de su coche viejo, desarmose estando solo y en ese instante una dulce angustia que llegaba de sus tripas lo invadió, sintiendo una vez más, la necesidad de describir su estado, el que no comprendía del todo.
-¿Bolígrafo donde mierda estarás? –Libraba al aire, hasta que logro encontrar su herramienta predilecta y convulso, de una sola vez, escribió.

-Si, como la mejor de las excusas, cuasi perfecta, sólo falta vivirla para que cierre, jajaja… y como lo que más nos gusta, apunta delante, entonces en este momento nos conformamos en ver el sentido dulce y alegre de todo, las uniones. Por que si pensamos en lo que nos perdemos la cagamos…
-Es eso, el nutrimento desconocido que pegajosamente nos envuelve cuando chocamos segados dulcemente por la paz que sentimos ante el suave goce que siempre nos deslumbra. Sabes de qué hablo. ¡Brindis por eso! Por sentirse de fuego. Por esa magia que nos envuelve y nos hace sentir que la vida no sólo se vive como una inercia mecánica al que todos estamos obligados, sino que a veces tiene sentido el practicar vivir, entonces nos pintamos de rosa ¡Esto sirve!
Aun, en este sitio-estado pseudo optimo, desconfío de tal.